La economía toma el micrófono

Por: Gustavo Rivera, socio fundador de Cinco Elementos

En un país donde la conversación pública cambia al ritmo del conflicto, elegir hablar de economía es una decisión estratégica. Y eso fue exactamente lo que hizo Claudia Sheinbaum en la primera semana de agosto.

Las señales fueron múltiples y consistentes. En Palacio Nacional, la narrativa presidencial se ancló en cuatro pilares: Pemex como empresa del futuro, empleo formal en máximos históricos, el Plan México como imán de inversiones por 12,000 millones de pesos en la industria farmacéutica, y obras públicas —trenes, puentes, carreteras— que activan el mercado interno frente al nuevo proteccionismo global. Por si fuera poco, la presidenta sostuvo reuniones con el CEO de Blackstone, directivos de Walmart y funcionarios del gobierno canadiense, nuestro segundo socio comercial. Nada fue incidental: el mensaje buscó proyectar confianza, solvencia y gobernabilidad económica justo cuando más se necesita.

 

Porque hay ruido. En el horizonte asoma la posible revisión del T-MEC, con Donald Trump marcando un plazo de 90 días y amagando con nuevos aranceles. En el plano interno, México se alista para la instalación del nuevo Poder Judicial el 1 de septiembre —con Hugo Aguilar perfilado como próximo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación— y para una reforma electoral que podría redefinir las reglas del juego. Es un momento de tensión institucional, legal y comercial. Frente a eso, el mensaje fue claro: aquí hay dirección, no improvisación.

 

Incluso los indicadores parecen alinearse con la narrativa. Los analistas mejoraron sus pronósticos de crecimiento para México, y la inflación se desaceleró en julio a una tasa anual de 3.51%, su nivel más bajo desde 2020. En un contexto global de volatilidad inflacionaria, esos datos se convirtieron en evidencia sutil de estabilidad.

 

Todo lo que se dijo —y lo que no— apunta al mismo vector estratégico: posicionar a Sheinbaum como una líder que actúa con confianza, responsabilidad y resultados, capaz de defender a México ante un entorno incierto. En esta lógica, hablar de economía es hablar de soberanía.

 

El marco no es nuevo. Desde febrero, el gobierno se ha descrito a sí mismo como quien prepara al país para un nuevo orden global, mientras retrata a la oposición como dispuesta a ceder soberanía por interés propio. No se trata solo de cifras: cada dato busca encajar en un relato mayor. Un récord de empleos no es solo un indicador técnico; es una declaración política. Un nuevo plan para Pemex bien recibido por los mercados, una señal de rumbo.

 

¿Se mantuvo Sheinbaum en estrategia esta semana? Sí. A diferencia de momentos anteriores en que coyunturas imprevistas desviaron la narrativa, esta vez hubo disciplina. Nada —ni siquiera una carta que Gerardo Fernández Noroña calificó como “malísima”— logró romper el hilo conductor. Todo giró en torno a un eje claro: mostrar que la economía es la fortaleza del gobierno, no su flanco débil. Y la percepción acompaña: dos de cada tres mexicanos aprueban su manejo económico, según las encuestas más recientes.

 

Eso no significa que la comunicación esté exenta de retos. El discurso económico aún se percibe técnico, distante, más cercano al Excel que a la emoción. Falta una postura nítida sobre la caída en remesas y las desinversiones de Iberdrola, Nissan y, se rumora, AT&T y Telefónica. Pero el guion está claro y se sostiene en hechos. En una coyuntura donde escasea la certeza, el gobierno decidió hablar con voz firme. Aunque todavía sin pancarta.

 

Para más información: https://www.5elementos.mx/s/Posicionamiento-estrategico_CSP.pdf

 

grivera@5elementos.mx

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Posicionamiento Estratégico de Claudia Sheinbaum Pardo