Ecuador: al filo de la emoción
La política ecuatoriana se ha convertido en un escenario donde el miedo, la indignación y la identidad juegan un papel tan determinante como las propuestas concretas.
En la segunda vuelta del 13 de abril, Daniel Noboa y Luisa González se enfrentarán en un duelo donde el cálculo racional importará menos que las emociones de los votantes. Ecuador llega a esta elección con una configuración política inédita.
En 2023, Noboa venció en segunda vuelta porque representaba “lo nuevo” frente al “pasado” que simbolizaba el correísmo. Pero ahora, con más de un año de gobierno, Noboa ya no es el outsider fresco y prometedor, sino el presidente que carga con una crisis energética, un conflicto diplomático con México y la percepción de que la violencia no ha cedido, pese a la militarización. González, por su parte, ha logrado que el correísmo no solo sobreviva, sino que crezca electoralmente. Rompió el techo de votación que el movimiento tenía desde 2021, alcanzando 4.3 millones de votos en la primera vuelta. Pero su desafío es doble: atraer a los votantes de Leónidas Iza y, al mismo tiempo, convencer a los escépticos de que su gobierno representará estabilidad y no un regreso al pasado.
Entre estos dos polos, el voto se mueve por tres grandes emociones: el miedo, la ira y la esperanza. Entender cómo estos sentimientos se activan en la campaña será clave para anticipar el desenlace. Miedo: el arma de Noboa El miedo es un poderoso movilizador del voto, y Noboa —como sus aliados y tutores inspirados en Trump— lo sabe. Su discurso en la segunda vuelta se centrará en presentar a González como un riesgo para Ecuador. “El regreso del pasado”, “el desorden económico”, “la inseguridad jurídica” serán mensajes clave. Su estrategia es clara: evitar que los ecuatorianos voten por él con entusiasmo y, en cambio, lograr que voten contra el correísmo con miedo.
En 2023, el miedo funcionó. Noboa se benefició del temor a la violencia tras el asesinato de Fernando Villavicencio, y su narrativa de “orden” le permitió imponerse. Pero en 2025, este relato enfrenta un problema: la realidad. Los homicidios no han disminuido y las violaciones a los derechos humanos han generado nuevos temores. El caso de los cuatro niños asesinados y desaparecidos en Guayaquil, presuntamente a manos de militares, ha minado su imagen de liderazgo responsable. Para que el miedo funcione como estrategia, Noboa necesita que la conversación gire en torno al peligro de un regreso del correísmo, y no sobre su propio desempeño.
En ese sentido, la campaña negativa será su herramienta principal. La pregunta es: ¿será suficiente? Ira: la oportunidad de González Si Noboa juega con el miedo, González tiene en la indignación su mayor aliado. La crisis eléctrica, la percepción de que Noboa gobierna para las élites y la intervención militar en la embajada de México son catalizadores de un voto anti-Noboa. En apenas un año, ha surgido un nuevo sentimiento en Ecuador: el rechazo a la administración de Noboa. Su aprobación, que en un inicio superó el 70%, cayó en diciembre por primera vez por debajo del 40%. La segunda vuelta será la primera gran prueba para evaluar cuán profundo es este desgaste. La estrategia de la candidata no puede limitarse a ofrecer propuestas, sino que debe construir un relato que haga que la indignación se convierta en movilización electoral. Esto significa conectar con el enojo de sectores que se sienten traicionados o abandonados. El electorado indígena, que respaldó a Leónidas Iza en primera vuelta, es clave en esta ecuación. Si González logra articular un mensaje de cambio sin que se perciba como una revancha, su probabilidad de victoria aumenta. La ira es una emoción poderosa, pero necesita canalizarse con un objetivo claro: generar esperanza. Identidad y emociones en la geografía del voto Más allá del miedo y la ira, hay un tercer factor que estructura la contienda: la identidad.
En Ecuador, la fractura entre la sierra y la costa ha sido históricamente clave en la política. Y en 2025, sigue siendo un eje determinante. González arrasó en la costa, mientras que Noboa dominó en la sierra. Esta división no es solo geográfica, sino también cultural y simbólica.
En la segunda vuelta, la pregunta es si alguno de los dos logrará romper este patrón. Otro factor identitario es el voto femenino.
En elecciones recientes, las mujeres han votado en mayor proporción por Noboa, pero también han mostrado altos niveles de abstención o voto nulo, reflejando su insatisfacción con la política. La crisis de seguridad tiene un fuerte componente de violencia de género que ningún candidato ha abordado a fondo. Quien logre conectar con esta preocupación puede inclinar la balanza a su favor. Finalmente, está el voto indígena. Leónidas Iza ha sido claro en que su movimiento no “endosará” votos, sino que la decisión se tomará en asambleas comunitarias. Pero su electorado comparte un fuerte rechazo al neoliberalismo. Noboa intentará apelar al pragmatismo, mientras que González buscará presentarse como la opción más cercana a sus demandas. 13 de abril: gobernabilidad en crisis Gane quien gane, Ecuador enfrentará un escenario de gobernabilidad complejo. La extrema polarización, la crisis de seguridad y la desconfianza en las instituciones dificultarán el margen de maniobra del próximo presidente. Si Noboa es reelecto, tendrá que enfrentar un desgaste aún mayor, con un Congreso dividido y un electorado que ya no le otorga cheques en blanco. Si González gana, su desafío será gobernar con una oposición que la verá como una amenaza y con una economía en crisis. Pero antes de gobernar, ambos deben ganar. Y para hacerlo, no solo necesitan votos, sino emociones que los impulsen.
En esta elección, el miedo, la ira y la esperanza serán más determinantes que cualquier plan de gobierno. Al final, la política no es solo una cuestión de ideas, sino de lo que la gente siente. Y en Ecuador, hoy, las emociones están al límite. Como ha destacado el influyente comentarista Roberto Martínez, conductor del podcast Creativo, “conversar en una sociedad polarizada se vuelve un acto de rebeldía”. Conversemos.
POR OLIVA BARROS, JOSÉ ADOLFO IBINARRIAGA Y GUSTAVO RIVERA